lunes, 1 de agosto de 2011

Fairy Princess Amber


La gran artista y hada australiana Fairy Princess Amber en su actuación en la boda con el carbón de Annie Sprinkle... no sé por dónde empezar
Siete humildes consejos para quienes ya son feministas desde hace algún tiempo

Aquí una serie de recomendaciones para las feministas convencidas, para aquellas que militan (qué fea palabra) en asociaciones no gubernamentales o colectivos autogestionados. Cinco consejillos para vivificar, prolongar y diversificar el movimiento feminista:

1. Divulgar, divulgar y divulgar. Conviene hacer gala de un feminismo divulgativo ya. Las grandes ideas, y el feminismo lo es, pueden expresarse de manera sencilla. Si no, no son grandes ideas1. Hemos demostrado una y otra vez nuestra solvencia teórica y seguiremos demostrándola a través de los estudios de genero o del feminismo académico, pero hay que convertir toda esa rigurosa producción teórica en divulgación. Lo digo porque incluso algunos manifiestos resultan oscuros y sólo aptos para las “listas que ya se saben la lección”. Toca demostrar nuestra valía divulgativa porque las ideas liberadoras deben traducirse a todo tipo de niveles. Quien piensa claro debe escribir claro, y nosotras a veces, sin necesidad ya digo de escribir para la academia, escribimos para nuestro ombligo. No sé quién decía que “la claridad es la cortesía del buen filósofo”, y ha de ser también la cortesía de la buena feminista. Si no, estaremos cayendo en pecado de elitismo y oscurantismo. El lenguaje oscuro ha sido siempre una de las mayores herramientas del poder, mira si no la jerga del Derecho, mira si no cómo la Iglesia Católica gustó durante siglos de usar el latín para dárselas de grande, divina y especial. Quien con su jerga marca distancia no está siguiendo la ética discursiva feminista y de todo movimiento liberador que busca unir a más gente. Si atacamos a las élites patriarcales no podemos reproducir sus malos vicios elitistas. Aprovecho el momento para pedir disculpas por si a lo largo de este libro me he puesto “estupenda” y no he sido todo lo clara que merecía la ocasión.
2. No visibilicemos más de la cuenta los moratones. Entre la denuncia y la obscenidad hay una delgada línea fácil de traspasar. Somos víctimas, no lo vamos a negar, pero también verdugas y también alegres y afortunadas. Lo somos todo. Que lo urgente (denuncia de la trata de blancas o el terrorismo machista) no nos aparte de lo importante. Por tanto, cómo nos recordaba Mónica, la joven antifeminista de la entrevista, el mostrarnos constantemente como débiles, humilladas, maltratadas o enfermas da una imagen del feminismo que a muchas, con razón, repele. Más elegancia, más tacto, más ecología visual, menos sensacionalismo. No permitamos que los medios nos sobrerrepresenten mutiladas y maltratadas. Un cartel para el 25 de noviembre debe mostrar a mujeres fuertes y libres. A veces somos víctimas, pero no de continuo. Posiblemente ya sea tiempo de eliminar el victimismo en torno al 25 de noviembre, posiblemente la campaña de visibilización de nuestras llagas y moratones ya tenga que dar paso a una etapa nueva de visibilización de nuestras potencias. Permanecer en la imagen fija de la mujer llena de moratones resulta obsceno e incluso para algunos morboso. En ese sentido mi instinto feminista se parece al instinto de Mónica que sentía “grima” al pasar todos los días delante del cartel de la chica amoratada. Ese cartel más que liberarnos nos inocula miedos y una imagen de las mujeres degradante. Aunque esté hecho con toda la buena fe del mundo
3. La cálida acogida a las recién llegadas al feminismo. Cada mujer agotada, cansada de su vida, y son muchas, guarda en potencia a una gran feminista. Y para ello no hace falta haberse leído ni a Simone de Beauvoir ni a Judith Butler ni a Amelia Valcárcel. Muchas “no iniciadas” en el feminismo se creen que no pueden entrar en nuestro “selecto club de lectoras”. Leer más no necesariamente implica tener clara moralmente la práctica feminista. Ni siquiera escribir más. Debemos buscar lo común con las que llegan nuevas, no empezar marcando distancia porque llevamos más años, tenemos más amigas, tenemos más contactos y lecturas, o, en resumen somos ya un poco perras viejas. Si nosotras vamos por la j, la que todavía va por la a debe de ser respetada y escuchada, al fin y al cabo a todas nos queda mucho para llegar a la z. Si nuestra nueva compañera es “poligonera” pero tiene instinto, adelante con ella. Nuestro más profundo respeto a esa “choni”, a su forma de estar en el mundo, porque tarde o temprano acabará por darnos alguna profunda lección a nosotras, las feministas con algo más de trayectoria. Se vio claramente en la obra de teatro. Si tú has salido de la caverna patriarcal tienes la obligación moral de intenta sacar al resto, pero con respeto y sin avasallar, que cada una de nosotras estamos en una etapa diferente. Esto presupone empatía, generosidad y paciencia. Que no siempre la tenemos. Yo por ejemplo adoro ir de monte y camino muy rápido y olvido a menudo que otras no tienen por qué seguir mi ritmo. Las nuevas deben ser bien recibidas, no deben ser juzgadas si cada dos por tres incurren en micromachismos, debemos ser una buen ejemplo para ellas, no meras sermoneadores. No las corrijamos con altivez porque los egos son frágiles, y a medida que engorda el nuestro disminuye el de nuestra inexperta compañera feminista.
4. Seamos transparentes y dejemos claro que el espacio es de todas. La información y los espacios pueden convertirse en herramientas de un mal poder. Si tenemos la suerte de contar con un espacio propio de reunión enseñémosle a la nueva dicho espacio, porque es suyo. No sea que nos creamos que la sede o el local nos pertenece. En esa misma línea, no escamoteemos nunca información a las nuevas y hagámoslas partícipes de todo lo que ocurre. En esta medida el feminismo solo puede desarrollarse bajo la forma de la asamblea. Donde la experiencia de algunas no suponga un liderazgo oscurantista, decadente, criticón y elitista. La asamblea debe tener la máxima voz, no se debe cortar el bacalao entre las listas de siempre y de espalda al resto del colectivo. Por tanto, puesto que la asamblea es soberana no la manipulemos sacándonos militantes feministas de la manga, de la noche a la mañana, para que en las votaciones salgan “las nuestras. Esto se llama “entrismo” y es algo muy feo propio de señores malos tipo Stanlin, un patriarca genocida y tirano. Por tanto, tengamos mucho cuidado en eso de los votos y hagamos que la asamblea funcione por consenso, para que las minorías no se sientan acorraladas sobre todo por unas mayorías que llegan a última hora.
5. Seamos independientes y tengamos claras nuestras múltiples militancias para no contaminar. Un colectivo o una asociación feminista no es un partido, tampoco una empresa. Tengámoslo claro y actuemos en consecuencia. Por muy legítimo que sea que una feminista milite a la vez en un partido político, con su pan se lo coma, no usemos al colectivo o asociación como un trampolín para nuestra carrera política en partidos. Por tanto, no tratemos a nuestras compañeras como nuestras empleadas o nuestras manipulables votantes. No permitamos tampoco que los partidos políticos manipulen a sus anchas nuestros colectivos y asociaciones. Estamos juntas para hacer feminismo, no para hacerle la campaña al político o política del partido de turno.
6. El dinero, tengamos claro de dónde viene. Que unos gobiernos sean más proclives que otros a invertir en “igualdad” no implica que ese dinero público les pertenezca: por tanto, si nuestra asociación recibe subvenciones tengamos siempre claro que ese dinero viene del pueblo, de nuestros impuestos, no de ningún gobierno y mucho menos de ningún partido. En esa misma línea, puesto que el dinero es del pueblo, hagamos un buen uso de él. Pensemos bien lo que queremos hacer antes de pedir las subvenciones, pensemos en asamblea y con honestidad. Y pensemos también si ese objetivo que queremos alcanzar no se podrá alcanzar de manera autónoma y sin depender de dinero público. No nos sintamos migajas por las migajas de dinero que nos dan, porque en el fondo es nuestro y siempre haremos mejor uso de él del que pueda hacer cualquier cacique o empresario, pero tampoco nos hagamos adictas a las subvenciones. Las que tengan esto último más claro, que ya estén en otra fase, sálganse de las ONGs y diríjanse sin más dilación a los colectivos autogestionados.
7. Aunar talante e ideología: la difusión del feminismo a través de nuestro comportamiento. Por desgracia que una mujer se considere a sí misma feminista no es garantía de que se convierta automáticamente en buena persona. Esto hay que tenerlo claro, y si alguna feminista te la ha jugado, no te extrañe. Ser mujer no es garantía de bondad, ser feminista, tampoco. Porque además el de la bondad es un tema enmarañado y que hace mucho no nos atrevemos a abordar con seriedad por temor a pecar de monjiles. Acotando un poco el tema, atreviéndome a enumerar cualidades que nos acercan a la bondad, me atreveré a hacer una lisa: 1).Capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, es decir, empatía. 2).Capacidad de movilizarnos cuando recibimos alguna afrenta o vemos que otras personas la reciben. Capacidad de plantar cara a las pequeñas y grandes tiranas y tiranos que intentarán deshumanizarnos. 3). No usar a las personas como medios, si no como fines en sí mismas. El ver la vida como una partida de ajedrez donde cada persona es una ficha que manipular nos aleja del feminismo y nos acerca a la psicopatía. 5)No reducir al absurdo las ideas de quienes no son como nosotras. No presuponer constantemente en los actos de las demás personas perversidades o intenciones ocultas. 6) Saber recibir y saber dar, mantenerse en continuo flujo como una fuente de alta montaña...7) Limitar lo máximo posible la idea de propiedad privada, ya sea material o intelectual. 8) Ser agradecidas y valorar la grandeza de las demás para ser agradecidas con nosotras mismas y poder ver también nuestra propia grandeza... (te dejo un espacio para que añadas más a la lista)
Lo dicho, que si bien las feministas no somos automáticamente buenas personas, si debemos al menos tener la claridad moral suficiente para saber cuándo estamos metiendo la pata. No debemos fustigarnos, no debemos sentirnos culpables, pero sí debemos de vez en cuando ser autocríticas y reconocer donde hemos metido la pata por malicia, despiste, vagancia, soberbia, avaricia, egocentrismo... Así, si unimos al hermosa y variado ideario feminista un comportamiento y talante lo más honesto y justo posible, estaremos haciéndonos un gran favor a nosotras mismas y a las nuevas. Ser un ejemplo moral es una de las mejores formas de difusión del feminismo. La propaganda por el hecho. “Obras son amores y no meras devociones”, decía Teresa de Jesús. Menos libros y más práctica cotidiana feminista, podríamos traducir. No más teoría sin sororidad. La gran ecofeminista Vandana Shiva dijo un día en Oviedo: “Sé tú primero el cambio que quieras ver en las demás personas”.
Pero volvamos a las no feministas, volvamos a con ellas...

martes, 19 de octubre de 2010

Vimos el Paraíso

Lakabe es un pueblo en el Norte de Navarra. Un pueblo alternativo, una comuna autogestionada, una ecoaldea okupa, el comunismo libertario... Etiquetas que a asustan a la mayoría mansa de Patrix.. El 24 de septiembre del 2010 más de 60 mujeres jóvenes y algún que otro hombre, invitadas por la Federación Mujeres Jóvenes de España, llegamos a Lakabe, a la madre de todas las ecoaldeas para reflexionar en común sobre “Su capital frente a nuestras Vidas”.
Ha pasado un mes pero la fiebre postlakabe sigue alta en muchas de nosotras.
Cuando alguien va a la guerra vuelve traumatizada, nosotras de Lakabe volvimos lo contrario de traumatizadas... No sabemos qué adjetivo usar, sólo repetimos una y otra vez “lo contrario de traumatizadas”, “lo contrario de traumatizadas”.
Hemos visto la realidad, la hermosura, la verdad, la creatividad, la belleza, la igualdad, el tiempo que se vive lento, la paz... Hemos visto la utopía y eso anida en el alma muy profundo. No conocemos a nadie que a lo largo de su vida haya podido ver el vergel real, el paraíso carnal en esta frágil tierra. Cielos se ven pocos o ningunos, infiernos, muchos. A eso se dedican los medios, a enseñarnos infiernos. Por eso nosotras fuimos unas privilegiadas. En Lakabe hay problemas, no somos ingenuas, somos “cuidadanas del siglo XXI y conocemos por tanto las trampas de la ideologías del XX, pero esa imperfección, ese “en construcción” la hace más humana a Lakabe, la hace más real. Si no, Lakabe sería la distopía.
Fue un lujo. Hace tres años fuimos a Marinaleda, el Ayuntamiento sevillano con democracia participativa cuyo escudo reza: “Marinaleda, una utopía hacia la paz”, y ahora habitamos Lakabe, como un paso más integral y profundo de lo que ya nos enamoró en Marinaleda. Algunas hemos quedado tocadas. Nos quedó un sueño grande que nos vertebra. Algo concreto, de piedra, madera, tomates, hierba y lana. No paramos de hablarlo... nos estamos gestando.
Lakabe fue el momento en el que la mente nos hizo clic. Lo que más nos enamoró fue la belleza, la estética... porque tras la estética se veía la ética. La creatividad, la creatividad, esa fue la clave. Cómo las personas creamos belleza, funcionalidad, ingenio.... como todas somos artistas, ingenieras, sanadoras, cuidadoras...
Recientemente se ha publicado, El efecto Lucífer, de Paul Zhimbardo que es un estudio psicológico de cómo los sistemas generan individuos perversos. De cómo una persona en principio buena, por presión grupal y de sistema, puede llegar a torturar.  Pues bien, Lakabe es lo contrario al "Efecto Lucifer", lo podríamos llamaría "Efecto Deva" (llamarlo "Efecto Dios" no suena). Deva, espíritu vegetal, río asturiano y divinidad femenina. Lakabe es entonces una fábrica de bondad, de bienestar, de plenitud, de “Efecto Deva”. Usamos palabras grandilocuentes, casi religiosas, pero es que la ocasión lo merece. Nos quedó más claro que el ser humano merece la pena. A todas se nos han quedado los ojos teñidos de ángel, de azul, de violeta, del amarillo de la madera que se ama... los ojos teñidos de esperanza y belleza.
Nos daba botes el corazón por ver el mundo que se está construyendo en una aldea de Navarra.
Patrix recicla y aprovechar todo. De la rebeldía obtiene miedos muy rentables. Fagocita nuestras reivindicaciones como mujeres, como humanas, como vivientes y amantes de la Naturaleza, como seres de paz... La experiencia de Lakabe es una ocasión de investigación sobre cómo gestionamos internamente nuestro propio poder de una forma horizontal, compartida y circulante.
En Lakabe tienen los relojes domesticados.
Patrix, este sistema económico que apesta, es cultural, o como se suele decir, es contingente y no necesario. El sistema es como es porque lo hacemos cada día, lo hacemos las personas y no una ley divina o física. Es sólo humano y por ello perfectamente mudable. Se puede dirigir la mirada a las mujeres y a los hombres y notar en ellos que son rebeldes. Se puede unir al pesimismo de la inteligencia, que nos ayuda a visibilizar las miserias del sistema como hacemos en la primera pare de Patrix, el optimismo de la voluntad. Podemos seguir pensando en la utopía como algo siempre aplazable, podemos seguir pensando que el verbo rebelarse rige siempre en pasado o en futuro, nunca en presente, pero la revolución es ahora. Y en Lakabe llevan treinta años haciéndola.
Que quiero:
Primero: visibilizar sin estridencias al Patrix cotidiano que nos deja este mal sabor de boca, este vacío existencia que no sabemos donde se gesta. Hacer clic, mirar frente a frente la vida plástico, sola y aterradoramente cotidiana y usual de Nee Anderson, la teleoperadora que lleva nuestra misma ropa, nuestros mismos bolsos falsos y come los mismas comestibles (que no alimentos) Derramar un poco de bochorno sobre nuestras vidas.
Segundo: dejar claro que no hace falta huir a futuros utópicos, a cielos post mortem, a pasados míticos o a países lejanos para empaparnos los ojos de belleza, justicia, igualdad, sororidad, Naturaleza sana, cobijo y paz. Dejar claro que es ahora en Navarra, sin ir más lejos, donde se organiza la resistencia a Patrix, que por cierto, a diferencia de la resistencia en Matrix, es antijerárquica, luminosa, sana y jugetona. Porque importa el proceso más casi que el objetivo.
Dejar clara que la política no es algo qe se hace al salir de clase o del trabajo. O los fines de semana. La política en su sentido más noble e integral, en su sentido de cuidado de lo común se desarrolla las 24 horas del día. Lejos de partidos, asociaciones, sindicatos, fundaciones y otras formas a veces ingenuas y otras perversas de enfrentar-engrasar a Patrix.
Tercero: homenajear al pueblo de Lakabe. Dejar claro el contraste entre la vida de piso-trabajo-coche-súper-tele-portátil-móvil-comestibles-hospitales-insomnio-..... y la vida rural autogestionada, autosuficiente, libertaria y ecológica sin cuños oficiales y feminista sin ministerios. En Lakabe se ejerce la cuidadanía frente a ese ciudadania (eurocéntrica, de ciudad) que devora planetas y cuyo imaginario es devorado por los medios. Una cuidadanía frente a esa ciudadanía que resume su interés por lo común votando cada cuatro años.
Cuarto: que el día a día no  diluya el potente dibujo que Lakabe ha dejado en nuestros ojos. Guardar un testimonio, un recuerdo, un aviso que impida que con la edad nos vayamos haciendo cínicas.

jueves, 18 de marzo de 2010

Escondiendo la cola

Ahora en el paro no quieren que vayas a fichar en persona, quieren que lo hagas por Internet. Insisten mucho, se ponen nerviosos. No quieren verte allí, tu carne les incomoda. No quiren colas de parad@s, que hace feo, no quieren que los parad@s coincidan, se pongan nerviosos, les dé por exigir, hacer asambleas....
Asambleas de parad@s ya en cada concejo! Asamblea de parad@s en Langreo ya.
Tanta insistencia en que fiches por internet... quedadas para ir en tropel al paro... que se vea a la gente. Internet está tapando mucho, está "limpiando" las calles", está disimulando un clamor, pero también sirve para movilizar. Grupos de facebook de parad@s de Langreo... Ya. Conste que yo no estoy al paro.

lunes, 8 de marzo de 2010

Hiperlugares agotados

Cuando decidimos dónde hacer una manisfestación o una concentración, hablo de las feministas y de nuestras fiestas de guardar del 8 de marzo y del 25 de noviembre, siempre elegimos lugares del siglo XX: plaza del Ayuntamiento, frente al Campoamor, plaza de la Escandalera, plaza del Parchís... Las gentes de los movimientos sociales, o sea, las gentes de izquierdas gustan de frecuentar lugares con una fuerte densidad simbólica: plazas céntricas, bares míticos, locales de asociaciones, sedes de partido, Universidad, barrios con solera ... estos lugares otorgan mucha identidad a quienes los frecuentan. Son hiperlugares, lugares con encanto, con mucha historia, con alta concentración semiótica, lugares donde hace treinta años una se enfrentó a la policía, otra soltó un discurso, el otro repartió octavillas, la de más allá conocío a su chica. Hiperlugares, lugares ricos, densos, lugares sacrolaicos.
Las concentraciones y manifestaciones del calendario feminista, por lo menos en Asturias, han perdido demasiada fuerza performativa, es decir, no extrañan, no incomodan y no suscitan. Esto se debe en buena medida a que tanto la fecha como el espacio están desactivados por las instituciones y nuestra inercia.
Conviene que empecemos a tomar los nuevos espacios públicos, espacios cero en sentido y en historia, pero donde hoy se concentra mayor densidad de consumidores que siguen teniendo un algo de conciencia política. Siguen siendo humanos. Conviene concentrarse en los no-lugares. El 25 de noviembre debería ser el 25 de diciembre en el Parque Principado. El 8 de marzo podría celebrarse el 8 de enero (inicio de rebajas) en el Calatrava.
Nuestra identidad se edifica en los hiperlugares, pero las concentraciones hay que hacerlas en los no-lugares porque el mero hecho de romper la lógica consumista con la militancia feminista, ecologista, pacifista (añade el ista que te defina esta temporada) genera valiosas incomodidades y extrañezas.

Hasta las tetas

Muchas mujeres se tocan las tetas nada más que para buscarse cánceres. No se han masturbado en su vida y el único acercamiento que tienen a su cuerpo es para pesarlo y palparle celulitis y tumores. Y así como nos acercamos a nuestros cuerpos, así llegamos a nuestra psique.
Nos mandan hacernos mamografías y para conseguir buenas imágenes presionan la mama como a vacas ordeñadas electricamente. Y así la mamografía puede romper la fibra del pecho y con su radiación lo puede cancerar.
También te las pueden cortar por tu bien. Como cuando nos extirpaban el útero para sanarnos la histeria. Conozco un ginecólogo que deseaba miedosamente extirparle los pechos y el útero a su mujer para evitarle tumores.
Con el tiempo diremos que los médicos de principios del XXI eran unos bestias, pero hasta que llegue ese momento a la mujer que pase por esta carnicería recémosle un responso. O dos. Uno por el pecho y otro por el ganglio linfático del sobaco, que suele ir todo en la misma rodaja. Es la Inquisición del siglo XXI que intenta alejar al demonio-cáncer del cuerpo de la bruja-paciente. Igual, la misma élite bienintencionada, antes sotana negra y ahora bata blanca, que ayer vigilaba nuestras almas y hoy vigila nuestros cuerpos. Por lo pronto las pacientes ya son cada vez más impacientes. La autoridad del padre, del maestro, del médico caen como piezas de dómino. Duele, pero es por algo. Porque nuestro telos es el autogobierno, el autoconocimiento y el autocuidado.

sábado, 6 de febrero de 2010

Amistad

Esta vida líquida, nómada, posfordista, biopolítica, de empresa total... Esta sociedad de redes, de Imperio, de asimetrías, del riesgo, del espectáculo... este simulacro de realidad... acúdase a la etiqueta filosófica que se quiera para definir o criticar al presente, dígase lo que se diga: que cada vez la violencia metafisica es mayor, que el capitalismo permea nuestras células, que la Naturaleza aguanta ya asmática nuestra presión... vale, reconocida la sombra, pero al menos en mi entorno hay una buena nueva: las mujeres al reproducirnos menos cultivamos más la amistad.
Antes, la despedida de soltera era una despedida de las amigas, de aquellas pocas niñas que te acompañaban al baile y la escuela hasta que con diecisiete años te casabas y desaparecías socialmente. La amistad duraba lo que duraba la soltería. Una vez casadas las mujeres colmaban (con suerte) su vida afectiva con criaturas, maridos y cuñadas. Cinco hijos más un Patrix que te ponía el cuerpo mahuriento de no dejarte salir de casa acababan con las amistades más tiernas. Los hombres sufrían algo parecido, pues el trabajar como mulas de carga y el esparcimiento del chigre poco espacio dejaban para las amistades profundas, algo más propio de señoritos ociosos..
Eramos más animales, nuestro amor se volcaban en quienes llevasen un tantito de nuestro ADN. Hoy, por razones económicas, tecnológicas, de cultura de ocio e incluso feministas de larga explicación, las mujeres tenemos la hermosa oportunidad disfrutar de una familia de amistades.
La amistad está siendo la familia del siglo XXI y hay algo libertario, revolucionario y humanista en ese querer a seres que no llevan tu genética, a gente de su madre y de su padre y en principio nada tuyo, pero que con el tiempo se convierten en algo tan íntimo como una pareja, un padre o una hermana.