Lakabe es un pueblo en el Norte de Navarra. Un pueblo alternativo, una comuna autogestionada, una ecoaldea okupa, el comunismo libertario... Etiquetas que a asustan a la mayoría mansa de Patrix.. El 24 de septiembre del 2010 más de 60 mujeres jóvenes y algún que otro hombre, invitadas por la Federación Mujeres Jóvenes de España, llegamos a Lakabe, a la madre de todas las ecoaldeas para reflexionar en común sobre “Su capital frente a nuestras Vidas”.
Ha pasado un mes pero la fiebre postlakabe sigue alta en muchas de nosotras.
Cuando alguien va a la guerra vuelve traumatizada, nosotras de Lakabe volvimos lo contrario de traumatizadas... No sabemos qué adjetivo usar, sólo repetimos una y otra vez “lo contrario de traumatizadas”, “lo contrario de traumatizadas”.
Hemos visto la realidad, la hermosura, la verdad, la creatividad, la belleza, la igualdad, el tiempo que se vive lento, la paz... Hemos visto la utopía y eso anida en el alma muy profundo. No conocemos a nadie que a lo largo de su vida haya podido ver el vergel real, el paraíso carnal en esta frágil tierra. Cielos se ven pocos o ningunos, infiernos, muchos. A eso se dedican los medios, a enseñarnos infiernos. Por eso nosotras fuimos unas privilegiadas. En Lakabe hay problemas, no somos ingenuas, somos “cuidadanas del siglo XXI y conocemos por tanto las trampas de la ideologías del XX, pero esa imperfección, ese “en construcción” la hace más humana a Lakabe, la hace más real. Si no, Lakabe sería la distopía.
Fue un lujo. Hace tres años fuimos a Marinaleda, el Ayuntamiento sevillano con democracia participativa cuyo escudo reza: “Marinaleda, una utopía hacia la paz”, y ahora habitamos Lakabe, como un paso más integral y profundo de lo que ya nos enamoró en Marinaleda. Algunas hemos quedado tocadas. Nos quedó un sueño grande que nos vertebra. Algo concreto, de piedra, madera, tomates, hierba y lana. No paramos de hablarlo... nos estamos gestando.
Lakabe fue el momento en el que la mente nos hizo clic. Lo que más nos enamoró fue la belleza, la estética... porque tras la estética se veía la ética. La creatividad, la creatividad, esa fue la clave. Cómo las personas creamos belleza, funcionalidad, ingenio.... como todas somos artistas, ingenieras, sanadoras, cuidadoras...
Recientemente se ha publicado, El efecto Lucífer, de Paul Zhimbardo que es un estudio psicológico de cómo los sistemas generan individuos perversos. De cómo una persona en principio buena, por presión grupal y de sistema, puede llegar a torturar. Pues bien, Lakabe es lo contrario al "Efecto Lucifer", lo podríamos llamaría "Efecto Deva" (llamarlo "Efecto Dios" no suena). Deva, espíritu vegetal, río asturiano y divinidad femenina. Lakabe es entonces una fábrica de bondad, de bienestar, de plenitud, de “Efecto Deva”. Usamos palabras grandilocuentes, casi religiosas, pero es que la ocasión lo merece. Nos quedó más claro que el ser humano merece la pena. A todas se nos han quedado los ojos teñidos de ángel, de azul, de violeta, del amarillo de la madera que se ama... los ojos teñidos de esperanza y belleza.
Nos daba botes el corazón por ver el mundo que se está construyendo en una aldea de Navarra.
Patrix recicla y aprovechar todo. De la rebeldía obtiene miedos muy rentables. Fagocita nuestras reivindicaciones como mujeres, como humanas, como vivientes y amantes de la Naturaleza, como seres de paz... La experiencia de Lakabe es una ocasión de investigación sobre cómo gestionamos internamente nuestro propio poder de una forma horizontal, compartida y circulante.
En Lakabe tienen los relojes domesticados.
Patrix, este sistema económico que apesta, es cultural, o como se suele decir, es contingente y no necesario. El sistema es como es porque lo hacemos cada día, lo hacemos las personas y no una ley divina o física. Es sólo humano y por ello perfectamente mudable. Se puede dirigir la mirada a las mujeres y a los hombres y notar en ellos que son rebeldes. Se puede unir al pesimismo de la inteligencia, que nos ayuda a visibilizar las miserias del sistema como hacemos en la primera pare de Patrix, el optimismo de la voluntad. Podemos seguir pensando en la utopía como algo siempre aplazable, podemos seguir pensando que el verbo rebelarse rige siempre en pasado o en futuro, nunca en presente, pero la revolución es ahora. Y en Lakabe llevan treinta años haciéndola.
Que quiero:
Primero: visibilizar sin estridencias al Patrix cotidiano que nos deja este mal sabor de boca, este vacío existencia que no sabemos donde se gesta. Hacer clic, mirar frente a frente la vida plástico, sola y aterradoramente cotidiana y usual de Nee Anderson, la teleoperadora que lleva nuestra misma ropa, nuestros mismos bolsos falsos y come los mismas comestibles (que no alimentos) Derramar un poco de bochorno sobre nuestras vidas.
Segundo: dejar claro que no hace falta huir a futuros utópicos, a cielos post mortem, a pasados míticos o a países lejanos para empaparnos los ojos de belleza, justicia, igualdad, sororidad, Naturaleza sana, cobijo y paz. Dejar claro que es ahora en Navarra, sin ir más lejos, donde se organiza la resistencia a Patrix, que por cierto, a diferencia de la resistencia en Matrix, es antijerárquica, luminosa, sana y jugetona. Porque importa el proceso más casi que el objetivo.
Dejar clara que la política no es algo qe se hace al salir de clase o del trabajo. O los fines de semana. La política en su sentido más noble e integral, en su sentido de cuidado de lo común se desarrolla las 24 horas del día. Lejos de partidos, asociaciones, sindicatos, fundaciones y otras formas a veces ingenuas y otras perversas de enfrentar-engrasar a Patrix.
Tercero: homenajear al pueblo de Lakabe. Dejar claro el contraste entre la vida de piso-trabajo-coche-súper-tele-portátil-móvil-comestibles-hospitales-insomnio-..... y la vida rural autogestionada, autosuficiente, libertaria y ecológica sin cuños oficiales y feminista sin ministerios. En Lakabe se ejerce la cuidadanía frente a ese ciudadania (eurocéntrica, de ciudad) que devora planetas y cuyo imaginario es devorado por los medios. Una cuidadanía frente a esa ciudadanía que resume su interés por lo común votando cada cuatro años.
Cuarto: que el día a día no diluya el potente dibujo que Lakabe ha dejado en nuestros ojos. Guardar un testimonio, un recuerdo, un aviso que impida que con la edad nos vayamos haciendo cínicas.